Resultados provisionales en Nicaragua dan como ganador al presidente Daniel Ortega por más del 70%

El resultado de la elección se conocía de antemano porque Daniel Ortega es hoy como Alfredo Stroessner, quien ganó siete elecciones consecutivas a lo largo de 35 años y nunca obtuvo menos del 80% de los votos.

Supuestamente hubo elecciones en Nicaragua, pero se leyó sobre eso solo en una cierta prensa adepta a esta “izquierda” de hoy. En cualquier medio serio se leyó acerca de un circo electoral, pantomima, falsas elecciones, votación amañada y farsa de los “co-presidentes” Ortega-Murillo (figura inexistente en el ordenamiento legal del país), entre otras expresiones que describen bastante mejor lo ocurrido.

Términos adecuados, pues nos permiten conservar un esencial decoro democrático. A propósito de prensa adepta, la agencia oficial de noticias de Argentina, Télam, publicó una crónica tan aséptica que casi se leía como la elección local de un cantón suizo. Al pasar hace mención a los pre-candidatos encarcelados, obviando los graves crímenes y violaciones de derechos humanos cometidos por la maquinaria represiva de Ortega-Murillo desde hace años, en especial la masacre de abril de 2018.

Tómese lo anterior como evidencia de la patética soledad internacional de Fernández-Kirchner, corroborado por sus abstenciones ad-nauseam en la OEA. Si hasta Borrell, siempre cerca del PC cubano y el chavismo, abandonó a Ortega (vuelvo a ello más abajo), pero en la Casa Rosada no parecen haberse enterado.

Amigos en Managua me cuentan acerca de una ciudad desierta, que el orteguismo salió a votar temprano y que, como es costumbre, forzarían a los empleados públicos a ir a votar durante la tarde. En la tradición nica, no habrá resultados hasta un par de días más tarde.

Lo cual refuto con un “en esta ocasión, como ocurría en el Paraguay de Stroessner, no son necesarios. Se conocen de antemano”. El dictador Stroessner venció en siete elecciones consecutivas gobernando 35 años; nunca obtuvo menos del 80% de los votos. Más que Somoza, Daniel Ortega es hoy Alfredo Stroessner. El lunes por la madrugada, el Consejo Supremo Electoral anunció que con la mitad de las mesas escrutadas, Ortega obtiene el 75% de los votos.

Al mismo tiempo, las redes sociales amplificaron las manifestaciones en Miami, San José y Madrid, entre otras ciudades; la de Washington DC la vi en persona. Las diásporas siempre reproducen patrones de socialización comunes. La protesta lejos de casa es una ceremonia ritual, partes iguales de catarsis y construcción de cohesión. Cualquiera que haya pasado diez minutos en el exilio sabe de qué se trata.

Sin embargo, para todos ellos el trabajo más duro comienza recién ahora, el día después de la “pantomima electoral”, término usado por Joe Biden en un comunicado emitido la misma noche del 7 de noviembre. Apuesto que no ha sido de grata lectura para Ortega, ya la debe haber memorizado. Ocurre que la palabra “sanciones”—bajo la forma de “economic tools”—aparece en el texto.

Carlos F. Chamorro lo puso con claridad en una nota en “Confidencial”: la prioridad ahora es encarar la liberación de los 150 presos de conciencia que la dictadura ha intentado invisibilizar y la anulación de los juicios espurios. Liberar presos, invalidar juicios tan fraudulentos como estas elecciones y coordinar una mayor presión internacional. Ahí está la tarea de los demócratas nicaragüenses y sus aliados.

Esta nota verá la luz antes de conocerse los resultados “oficiales” finales. Oficiales solo para el matrimonio dictador, esto es. Sucede que las encuestas independientes ya nos dijeron que la preferencia electoral de Ortega-Murillo no pasa de 17% en condiciones normales, es decir, con candidatos de oposición en la boleta, no en la cárcel. Ortega ya había perdido toda elección con los crímenes cometidos para contener las protestas de abril de 2018.

Para concluir, quiero volver a Borrell. El Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores ha dicho que no enviará una misión de observación a Nicaragua porque las elecciones son una farsa bajo la dictadura de Ortega. Sin embargo, sí ha decidido enviar una misión a observar otras elecciones igualmente dolosas bajo la dictadura de Maduro, cuyo record de fraude es tan o más amplio que el de Ortega. Borrell nos debe una explicación de otro más de sus sinsentidos.

O no tanto. No quiero pensar que La Habana, a quien responde Borrell desde hace tiempo, haya decidido sacrificar a Ortega. No porque busquen su caída, que lo merece, sino para negociar Nicaragua a un precio bajo —es producto de descarte, después de todo— y así conservar los activos mejor valuados: el régimen castrista y la mafia criminal chavista.

Tantos años arrastrándose a los pies de los Castro, Ortega debe estar pensando en aquel dicho impregnado de fatalismo: “con amigos así…”, complete la frase estimado lector.

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