Nuestros ancestros caminaban erguidos hace ya siete millones de años

Un nuevo análisis de fósiles de la especie ‘Sahelanthropus tchadensis’, encontrados en Chad a principios de siglo, respalda la hipótesis de que hace siete millones de años nuestros antepasados ya eran bípedos, aunque también tenían habilidades para trepar.

Hace siete millones de años, nuestros antepasados más antiguos muy probablemente ya caminaban erguidos por el territorio que hoy ocupa Chad. Las primeras pruebas que lo sugerían fueron desenterradas en 2001: varios restos fósiles entre los que destacaba un cráneo muy bien conservado de una especie que fue bautizada por sus descubridores como Sahelanthropus tchadensis.

Ahora, un nuevo y minucioso análisis de tres huesos de extremidades encontrados cerca y atribuidos a la misma especie porque allí no se habían encontrado restos de ningún primate (aunque no se sabe si son del mismo individuo al que correspondía el cráneo), aporta nuevos argumentos que respaldarían que ese antepasado, el más antiguo que habría sido encontrado hasta ahora, podía caminar de pie, tal y como asegura un equipo de investigadores de Francia (del CNRS y de la Univesidad de Poitiers) y de Chad en una investigación publicada este miércoles en la revista Nature y liderada por Guillaume Daver.

La capacidad para mantenerse erguidos, es decir, el bipedismo -o bipedalismo como recoge la RAE-, se considera un paso decisivo en la evolución humana, pero no hay consenso entre los paleontólogos sobre en qué momento de nuestra historia ni de qué manera nuestros ancestros comenzaron a caminar de pie.

Y es que en el estudio de la evolución humana es complicado hacer afirmaciones rotundas. Los restos que habitualmente se encuentran son escasos, parciales -unos pocos huesos de los esqueletos o incluso un único fósil- y debido a su antigüedad, no siempre están en buen estado de conservación por lo que las interpretaciones y su clasificación con frecuencia son debatidas o cuestionadas por otros paleontólogos.

Es lo que ocurrió en 2001 cuando Michel Brunet y sus colegas publicaron el hallazgo del cráneo del género y especie que ellos mismos propusieron, Sahelanthropus tchadensis, en el desierto de Djurab. Como recuerda José María Bermúdez de Castro, codirector de los yacimientos de Atapuerca (Burgos), «el cráneo fue apodado Toumaï. Brunet y sus colegas concluyeron que se trataba de un homínido bípedo, basándose en la posición basal del foramen magno, donde se unen la cabeza y la columna vertebral».

Sin embargo, fue una conclusión muy debatida: «Tuve la fortuna de asistir a una de las charlas que dio Brunet en un congreso en Pekín en 2004. Estaba muy contrariado con las dudas de sus colegas. Sin duda, Brunet fue la gran atracción de aquel congreso. Han transcurrido 21 años y ahora se publica este trabajo. Sé que ha habido muchos problemas entre ciertos paleoantropólogos con la interpretación de los demás restos fósiles hallados junto a Toumaï. Las polémicas acaban llegando sin que te lo propongas a la bandeja de entrada de tu correo. Y parece que han ganado los partidarios del bipedismo de Sahelanthropus», repasa Bermúdez de Castro, sin vinculación con este estudio.

Los tres huesos de extremidades en los que se basa esta nueva investigación fueron sometidos a una batería de análisis para estudiar su estructura externa e interna (mediante técnicas de imagen como la microtomografía). Los resultados fueron comparados con una amplia muestra de fósiles de primates: de chimpancés, gorilas, orangutanes, primates del Mioceno, y también de miembros de antepasados humanos como Orrorin, Ardipithecus, australopitecus, humanos arcaicos y Homo sapiens).

Los autores sostienen que la estructura del fémur indica que Sahelanthropus era bípedo normalmente cuando caminaba por la superficie pero también en los arboles. Habría alternado el bipedismo con el cuadrupedismo para trepar, pero de una manera distinta a la que lo hacían gorilas y chimpancés.

«Ciertamente y si las conclusiones de este trabajo son correctas, Toumaï (o mejor dicho, Sahelanthropus tchadensis) sería la representante más antigua de la genealogía humana, puesto que el bipedismo se considera la adaptación clave para incluir a un hominino en nuestra genealogía», precisa Bermúdez de Castro.

Como contextualiza el paleoantropólogo, «todos nuestros ancestros del Plioceno [desde hace 5,3 millones de años a 2,6 millones de años aproximadamente] tuvieron capacidad para mantener una postura erguida como la nuestra, aunque las evidencias de los miembros de la especie Ardipithecus ramidus (4,4 millones de años) -por ejemplo- no tenían la habilidad de correr como lo hacemos nosotros».

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