Biden exige al Senado que prohíba las armas de asalto

El presidente comparece en la Casa Blanca ante la oleada de tiroteos masivos que se extiende por Estados Unidos: 233 en lo que va de año.

Por tercera vez en menos de tres semanas, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha comparecido ante sus compatriotas para hablar de la epidemia de la violencia armada, que no da respiro al país. El jueves tomó la palabra en horario de máxima audiencia para dirigirse a la nación en un discurso escenificado con dramatismo en la Casa Blanca y anunciado pocas horas antes. El objetivo era presionar al Congreso para que apruebe “leyes regidas por el sentido común” que sirvan para atajar el problema. Medidas como “la prohibición de las armas de asalto y los cartuchos de gran capacidad” y subir la edad para comprar armas de 18 a 21 años. “Por el amor de Dios, ¿cuántas matanzas más están dispuestos a tolerar [los legisladores]?”.

“Es hora de que el Senado haga algo”, sentenció Biden. “Ya es suficiente, suficiente, suficiente. Si el Congreso no actúa, sé que esta vez será distinto, y que los ciudadanos tomarán nota y votarán para echar a esos políticos de sus puestos”.

El discurso de Biden llegaba un día después de que un tipo llamado Michael Louis irrumpiera armado con un rifle tipo AR-15 en la consulta del doctor Preston Phillips, en la segunda planta del hospital Saint Francis, de Tulsa (Oklahoma), y asesinara al médico y a otras tres personas que estaban allí, antes de suicidarse. Culpaba al facultativo, que lo había operado de la espalda, de un dolor que desde la intervención no lo abandonaba. Pocas horas antes, Louis había comprado el arma semiautomática con el que perpetró el tiroteo masivo, el número 233 en lo que va de año en Estados Unidos.

Biden recibió el informe de los hechos el miércoles por la tarde, poco después de producirse, mientras estaba en Washington. La semana anterior, cuando volaba a bordo del Air Force 1 de vuelta de su primer viaje a Asia como presidente, le dieron la noticia de la matanza de 19 niños de entre 8 y 11 años y dos de sus profesoras en la escuela primaria Robb, en Uvalde (Texas), a manos de un chico de 18 años, de nombre Salvador Ramos y armado también con un fusil de esas características. Biden compareció según aterrizó en Estados Unidos y dijo: “Los fabricantes de armas se han pasado dos décadas comercializando armas de asalto agresivamente, que son las que mayores beneficios les reportan”. Después añadió: “Por el amor de Dios, ¿cuándo vamos a enfrentarnos al lobby de las armas?”.

Diez días antes de eso, el presidente se hallaba pasando el fin de semana en su ciudad, Wilmington (Delaware), cuando saltó la noticia de que otro muchacho de 18 años, Payton Gendron, había matado a 10 afroamericanos en un popular supermercado de la zona este de la ciudad de Búfalo, en el Estado de Nueva York, mayoritariamente negra. El tipo buscó expresamente ese distrito para sembrar el terror, alentado por la teoría del gran reemplazo, conspiranoia que sostiene que los blancos están siendo sustituidos por personas de otras etnias como parte de un plan maestro para desposeerlos del lugar privilegiado que han disfrutado durante siglos. Biden viajó al martes siguiente a Búfalo para consolar a las víctimas y sentenciar que “el supremacismo blanco es un veneno”.

Según han informado sus colaboradores, el presidente estadounidense ya tenía pensada esta comparecencia antes de conocerse la tragedia de Tulsa, y en previsión de sus planes de partir de Washington por unos días. El miércoles, se mostró poco optimista con la perspectiva de que el Congreso acuerde una nueva legislación que aumente el control sobre el comercio de armas. Con el Senado partido literalmente por la mitad, parece lejos la posibilidad de que los demócratas junten los 60 votos necesarios, en virtud del filibusterismo, que exige mayorías cualificadas para los asuntos de mayor calado, pese a que estos días se están produciendo en el Capitolio reuniones para tratar de atraer votos.

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